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Una de las piezas que se muestran en la exposición sobre Tesla. / Enric Fontcuberta 7 EFE
Era un excéntrico, un hipocondrÃaco, un desastre para los negocios, pero sobre todo era un genio. El ingeniero y cientÃfico Nikola Tesla (Smiljan, actual Croacia, 1856 - Nueva York, 1943) fue un adelantado a su tiempo, un espÃritu inquieto y polifacético que registró unas 300 patentes, creó el motor de inducción, imaginó un sistema mundial de transmisión inalámbrica y construyó el primer mando a distancia. Para su desgracia fue carne de plagiarios y hombres de negocios avispados. La figura del visionario que descubrió la corriente alterna es el protagonista de la exposición 'Nikola Tesla. El genio de la electricidad moderna', que se puede ver en CaixaForum hasta el 23 de enero.
El gran Nikola Tesla deberÃa ser recordado por algo más que el nombre de un coche eléctrico. Después de demasiadas décadas olvidado, hoy se le reconoce por su ingenio y su empeño en una empresa que en la actualidad se antoja más necesaria que nunca: conseguir que la energÃa fuera barata.
Pese a que en la actualidad es un icono popular rodeado de enigmas, algunos de los cuales han dado pábulo a las más demenciales teorÃas conspiratorias, Tesla murió en soledad y arruinado. Entre los desatinos que se han propalado de Tesla, uno de los que han hecho fortuna se refiere a que habrÃa sido estrangulado por el mismÃsimo el jefe de comandos de las SS Otto Skorzeny con el propósito de robarle descubrimientos para los nazis.
La muestra hace un recorrido cronológico por su vida y por los avances tecnológicos que marcaron su trayectoria, desde sus inicios en Europa hasta su fructÃfera etapa en América. La exposición desmonta algunos mitos que se crearon a lo largo de su vida, como por ejemplo que habÃa conseguido generar terremotos artificiales.
La exposición, montada gracias al Nikola Tesla Museum de Belgrado reconstruye con espÃritu didáctico los inventos del serbio. Empieza con la leyenda de que nació en una espantosa noche de tormenta eléctrica que indujo a decir a su comadrona: «este niño será hijo de la oscuridad», a lo que replicó su madre : «No, será hijo de la luz». Ambas, a su modo, tenÃan razón. Otra especie que ha dado mucho juego dice que a la temprana edad de tres años sintió las chispas que despedÃa un gato al acariciarle, momento que se supone fue el primer contacto que tuvo el pequeño Nikola con la electricidad.
Tesla mostró desde joven una prodigiosa memoria fotográfica, heredada de su madre, y una extraordinaria pericia con las matemáticas, aunque jugaran en su contra una salud frágil que le hizo enfermar de cólera y unas recurrentes crisis nerviosas. La exposición muestra a Tesla en su viaje a EE UU, no exento de aventuras y con motÃn incluido. Da cuenta de su trabajo para Edison en la iluminación pública de Nueva York, relación que se fue al garete cuando este incumplió sus promesas económicas, motivo por el cual Tesla dimitió y fundó su propia compañÃa, en la que comenzó un periodo de grandes dificultades económicas que le generaron gran zozobra y una fuerte depresión.
Precisamente con Edison mantuvo un enconado debate, hasta el punto de que ambos protagonizaron la célebre «guerra de las corrientes»: Edison era adalid de la corriente continua y Tesla de la alterna.
La muestra también recrea la obsesión del inventor por los rayos X, la radiodifusión y el desarrollo de las bobinas, generadores de alta tensión y alta frecuencia que permiten crear campos eléctricos muy potentes a su alrededor, suficientes para lograr que la corriente circule sin necesidad de cableado.
Marconi recurrió a patentes de Tesla para su radio, si bien el serbio tenÃa una idea errónea de cómo funcionaban las ondas de radio, ya que estaba convencido de que solo podÃan viajar en lÃnea recta y de que tenÃan un alcance limitado, de unos pocos kilómetros.
Aunque Tesla y Edison eran acérrimos enemigos, la agencia Reuters difunció la falsa noticia de que ambos habÃan ganado el Nobel de FÃsica en 1915. ArtÃfice del avance de la robótica, las energÃas alternativas, la aviónica o las comunicaciones interplanetarias, fue un talento que pensaba a lo grande.
Le tacharon de loco. Aquel que habÃa ayudado a que tantos hicieran fortuna acabó pobre. HabÃa nacido en el siglo XIX, en un mundo movido por el vapor y alumbrado por el gas, y se despidió a mitad del XX, en un orbe electrificado, gracias a su valiosa contribución. Se despidió del mundo en 1943 en el Hotel New Yorker. Según recuerda Massimo Teodorani en su biografÃa, su cadáver fue hallado varios dÃas después de haber contactado con las autoridades para hacer su propuesta del llamado «rayo de la muerte».